Por: Mirtha Flor Cervera Vallejos
Subdirectora Departamento de Ciencias de la Salud
La amistad universitaria es fruto de una relación intelectual y humana entre profesor y estudiante, amistad inculcada con profundidad cuando se asesora una tesis, pues lleva consigo el despliegue de indiscutibles virtudes, sobre la que puede construirse con firmeza el siempre complejo edificio de una investigación y en donde el progreso del conocimiento se sustenta en el trabajo de muchos investigadores.
Una forma de progreso del conocimiento es la tesis doctoral, a la cual quiero referirme e inyectar ilusión por concluirla a todos los profesores embarcados en esta aventura maravillosa de dar nuevos aportes en la consolidación del nuevo saber –agregaría-- deleite armonioso de la propia misión, asumida como tarea universitaria. Exige la indagación profunda y constante en la realidad, empeño si se asume con valentía y honradez, el compromiso de la vida entera, haciendo del ideal de la verdad, como afirma Polo: “una noble aspiración creciente del hombre donde vale todo sacrificio” (1).
Este sacrificio intelectual riguroso requiere horas de dedicación, incluso trasnochadas, así como carencia de vacaciones, diversiones. Permite el ejercicio de muchas virtudes intelectuales y humanas, de tal manera que terminamos volando como las águilas y no como las aves de corral, si las ejercitamos con ilusión, con garbo y aristocracia de quien sabe y sirve a la vez.
Así, ejercitamos la magnanimidad, para tener metas altas con afán cotidiano de lograr avanzar, inclinando el ánimo hacia lo importante, algo que nos trascienda como seres humanos en el empeño de buscar la verdad, sin prejuicios y con la indispensable altura de miras; la fortaleza, para no caer en la tentación de buscar soluciones superficiales a los problemas científicos planteados, sino verter energía interior para afrontar las dificultades y acometer lo difícil sin justificarse ante los obstáculos sean de la índole que sean; la paciencia, para perseverar día a día en un trabajo costoso, con frecuencia ingrato, al hacer y rehacer los escritos considerados ya finales o cuando se espera con ilusión una nueva asesoría, pero se recomienda volver a revisar los fundamentos teóricos y acreditar las categorías planteadas.
El ejercicio de tales virtudes permite ir avanzando el trabajo de investigación, pero no queda allí, sino también implica la mejora personal, como dice Llano: “el conocimiento es el rendimiento vital por excelencia de ese animal que habla: el ser humano. Es un crecimiento en su ser; un avance hacia sí mismo, una interna potenciación de sus posibilidades más características” (2), de tal forma que no solo sabemos más, sino que somos mejores personas pasando del saber consolidado al saber que emerge continuamente, lleno de optimismo sin pensar en detenernos, pues pronto tendremos en las manos el grado de doctor (a).
El grado de doctor (a), en palabras del profesor Gómez (3), nos hace herederos del inmenso legado que conforma el saber universitario, cuyo disfrute exige, a su vez, un compromiso leal. Por una parte, difundirlo generosamente a los demás, y, de otra, para incrementarlo hasta donde sea posible en nuestra docencia, impregnando en todos espíritu universitario vivo, tangible, con anhelos de un desarrollo humano integral, pleno, con la finalidad de educar y, de esta manera, conseguir como lo expresó San Josemaría: “hombres y mujeres íntegros, capaces de afrontar con espíritu abierto las situaciones que la vida les depare, de servir a sus conciudadanos y de contribuir a la solución de los grandes problemas de la humanidad” (4).
La Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo orienta su servicio educativo a la formación integral de sus estudiantes. Por esta razón, muy pronto reforzará sus objetivos con la sustentación de 28 profesoras doctorandas de la Escuela de Enfermería, quienes sustentarán sus tesis doctorales, trabajos relevantes desde el punto de vista social y científico, que constituirán un gran aporte a la solución de grandes problemas de nuestra sociedad.
Una forma de progreso del conocimiento es la tesis doctoral, a la cual quiero referirme e inyectar ilusión por concluirla a todos los profesores embarcados en esta aventura maravillosa de dar nuevos aportes en la consolidación del nuevo saber –agregaría-- deleite armonioso de la propia misión, asumida como tarea universitaria. Exige la indagación profunda y constante en la realidad, empeño si se asume con valentía y honradez, el compromiso de la vida entera, haciendo del ideal de la verdad, como afirma Polo: “una noble aspiración creciente del hombre donde vale todo sacrificio” (1).
Este sacrificio intelectual riguroso requiere horas de dedicación, incluso trasnochadas, así como carencia de vacaciones, diversiones. Permite el ejercicio de muchas virtudes intelectuales y humanas, de tal manera que terminamos volando como las águilas y no como las aves de corral, si las ejercitamos con ilusión, con garbo y aristocracia de quien sabe y sirve a la vez.
Así, ejercitamos la magnanimidad, para tener metas altas con afán cotidiano de lograr avanzar, inclinando el ánimo hacia lo importante, algo que nos trascienda como seres humanos en el empeño de buscar la verdad, sin prejuicios y con la indispensable altura de miras; la fortaleza, para no caer en la tentación de buscar soluciones superficiales a los problemas científicos planteados, sino verter energía interior para afrontar las dificultades y acometer lo difícil sin justificarse ante los obstáculos sean de la índole que sean; la paciencia, para perseverar día a día en un trabajo costoso, con frecuencia ingrato, al hacer y rehacer los escritos considerados ya finales o cuando se espera con ilusión una nueva asesoría, pero se recomienda volver a revisar los fundamentos teóricos y acreditar las categorías planteadas.
El ejercicio de tales virtudes permite ir avanzando el trabajo de investigación, pero no queda allí, sino también implica la mejora personal, como dice Llano: “el conocimiento es el rendimiento vital por excelencia de ese animal que habla: el ser humano. Es un crecimiento en su ser; un avance hacia sí mismo, una interna potenciación de sus posibilidades más características” (2), de tal forma que no solo sabemos más, sino que somos mejores personas pasando del saber consolidado al saber que emerge continuamente, lleno de optimismo sin pensar en detenernos, pues pronto tendremos en las manos el grado de doctor (a).
El grado de doctor (a), en palabras del profesor Gómez (3), nos hace herederos del inmenso legado que conforma el saber universitario, cuyo disfrute exige, a su vez, un compromiso leal. Por una parte, difundirlo generosamente a los demás, y, de otra, para incrementarlo hasta donde sea posible en nuestra docencia, impregnando en todos espíritu universitario vivo, tangible, con anhelos de un desarrollo humano integral, pleno, con la finalidad de educar y, de esta manera, conseguir como lo expresó San Josemaría: “hombres y mujeres íntegros, capaces de afrontar con espíritu abierto las situaciones que la vida les depare, de servir a sus conciudadanos y de contribuir a la solución de los grandes problemas de la humanidad” (4).
La Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo orienta su servicio educativo a la formación integral de sus estudiantes. Por esta razón, muy pronto reforzará sus objetivos con la sustentación de 28 profesoras doctorandas de la Escuela de Enfermería, quienes sustentarán sus tesis doctorales, trabajos relevantes desde el punto de vista social y científico, que constituirán un gran aporte a la solución de grandes problemas de nuestra sociedad.
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1.- Polo L. “Quién es el hombre”.UDEP 1993; 2.- Llano A. “Humanismo y tecnología en la sociedad del conocimiento”. IESE. Pamplona.2000; 3.- Gómez A. Discurso “investidura de doctores”. Pamplona.2009; Sanjosemaría .Es Cristo que pasa. 28.