miércoles, 19 de noviembre de 2008

“LA PRÁCTICA HACE AL MAESTRO”


Por: Salvador Corrales.
Profesor adscrito al Departamento de Ciencias Teológicas

Es de vital importancia tener en cuenta que una persona que opta por estudiar la carrera profesional de Educación, ante todo debe poseer vocación de servicio, enraizada en el amor hacia los demás, que le permita adquirir las cualidades y virtudes suficientes para desempeñar tan importante labor.

Se suele preguntar si el profesor ¿nace o se hace? La respuesta tendrá que ver, por un lado, con las condiciones naturales y adquiridas (cualidades y virtudes) y, por otro, con la preparación específica (práctica pre-profesional).

En efecto, como refiere la Dra. Amilburu, sin una buena “materia prima” la mejor preparación no sería suficiente para obtener los resultados deseados, y las disposiciones naturales han de cultivarse para que alcancen su máximo desarrollo funcional; es decir, que la materia prima, en este caso la persona que opta por ser profesor, debe poseer actitudes y aptitudes correspondientes con la vocación docente; en caso contrario, toda formación docente seria un fracaso.

Como el profesor es también educador, o sea que tanto sus explicaciones como sus actitudes personales contribuyen a la formación de sus alumnos, la formación profesional docente debe de ser más que una mera transmisión de conocimientos: de esta manera, el maestro podrá fomentar en sus alumnos el amor a la verdad y la adquisición de los hábitos que necesitarán para seguir perfeccionándose por sí mismos a lo largo de sus vidas.

Por ello, la formación preprofesional de los futuros docentes tiene que estar orientada hacia los contenidos de la materia, los fines del sistema educativo, los contenidos del currículum y los métodos de evaluación, el desarrollo de un pensamiento crítico y creativo propio de la filosofía, estudios de investigación pedagógica de carácter empírico y teorías del aprendizaje.

Asimismo, la práctica es considerada como un “proceso de construcción de conocimientos pedagógicos, en el cual el estudiante practicante articula las propuestas teóricas con su propio desempeño, con el del profesor de aula y el de sus compañeros practicantes, lo que le permitirá observar y actuar en las distintas realidades concretas de nuestro país”[1]
.

De tal manera que la naturaleza propia de práctica invita a poner al futuro docente en contacto progresivo y de creciente amplitud con la realidad educativa concreta, para que identifique, analice, reflexione y optimice roles, funciones y acciones inherentes al trabajo docente, reconceptualice la teoría desde la práctica y viceversa, y consolide el logro de las competencias profesionales de la carrera docente.

“Es la práctica preprofesional el lugar propicio donde el estudiante puede descubrir su vocación, donde el profesor puede orientar para que la descubra y ayude a potenciar cualidades del practicante”[2]
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Por eso, con la práctica preprofesional, el estudiante podrá descubrir su verdadera inclinación profesional, y si ya la posee, ejercitar cualidades básicas como la madurez, la estabilidad emocional, el autocontrol, la facilidad para la comunicación, el saber escuchar, el sentido de la justicia, la paciencia, el amor a la verdad, a la libertad de los demás y a la propia, fortaleza, la autoridad, la respetabilidad, el optimismo, el buen humor, la coherencia y la integridad personal.

En conclusión, es importante una buena práctica en el estudiante de Educación, pues es imprescindible en la formación profesional, ya que el ejercicio de ésta, estará orientada específicamente al desarrollo de las habilidades y destrezas que tiendan al perfeccionamiento de su desempeño en la carrera, sin olvidar que debe asumir un comportamiento ético que evidencie la formación que ha recibido.


[1] Ministerio de Educación, (2002). Guía de Practica para la Formación Docente, p. 5
[2]Reglamento de la práctica preprofesional en educación (2003)USAT, p 12