miércoles, 27 de febrero de 2008

UNIVERSIDADES CATÓLICAS

Algunos comentarios sobre la “Ex corde Ecclesia” (III)

Por: Dr. Hugo Calienes Bedoya

Decano de la Facultad de Medicina.

“La teología desempeña un papel particularmente importante en la búsqueda de una síntesis del saber, como también en el diálogo entre fe y razón. Ella presta, además, una ayuda a todas las otras disciplinas en su búsqueda de significado, no sólo ayudándoles a examinar de qué modo sus descubrimientos influyen sobre las personas y la sociedad, sino dándoles también una perspectiva y una orientación que no están contenidas en sus metodologías. A su vez, la interacción con estas otras disciplinas y sus hallazgos enriquece a la teología, proporcionándole una mejor comprensión del mundo de hoy y haciendo que la investigación teológica se adapte mejor a las exigencias actuales. Considerada la importancia específica de la teología entre las disciplinas académicas, toda Universidad Católica deberá tener una Facultad o, al menos, una cátedra de teología” (1).

La herencia que ha dejado la ideología marxista en las universidades (en muchas universidades católicas entró con furia) y la actual primacía de los estudios técnicos originada por la atractiva y galopante innovación tecnológica, donde se espera encontrar la solución para los males que padece la humanidad, han creado un ambiente poco propicio para la enseñanza de la teología, más aun si esta enseñanza se brinda siguiendo las directrices que establece la Iglesia Católica, que salvaguarda la pureza del depósito de la fe a Ella encomendada. El clima va desde la indiferencia hacía estos estudios que se consideran inútiles en estos cenáculos hasta la critica dura y negativa cuando se incorporan en los currículos. Muchos tolerantes argumentan, en el mejor de los casos, “que enseñen teología para los que quieran ser curas”. A los opositores, del pelaje que sean, se les puede decir la conocida frase, “la ignorancia es muy atrevida” y cuando se esconden intenciones obstaculizantes al ansia humana por conocer la Verdad Absoluta, se puede afirmar que “la ignorancia es el peor enemigo de Jesucristo y de su Iglesia”. Juan Pablo II, en el documento que estamos comentando, con la lucidez y la santidad que lo caracteriza, no entra en medias tintas y nos habla de su necesidad si se quiere alcanzar la síntesis del saber y de la ayuda que presta a las demás disciplinas en su búsqueda de la verdad. Una universidad que, en uso de su autonomía, rechaza ofrecer esta disciplina no puede llamarse universidad en sentido pleno. A los sumo puede recibir el nombre de Escuela Técnica.

Por la interdisciplinariedad, el estudio de la teología tiene una influencia positiva en la formación universitaria. “En la comunicación del saber se hace resaltar cómo la razón humana en su reflexión se abre a cuestiones siempre más vastas y cómo la respuesta completa a las mismas proviene de lo alto a través de la fe” (2). Además, cuando se adentra en el estudio serio de cualquier disciplina muy pronto se descubre que ésta tiene unas cualificadas implicaciones morales: la ciencia no es aséptica en su aplicación, o edifica o destruye. La benéfica influencia de criterios cristianos garantiza que todo el proceso educativo esté orientado, en definitiva, al desarrollo integral de la persona” (3). La Universidad Católica en el cultivo de la interdisciplinariedad busca apoyo en la filosofía-teología; le interesa que el universitario, durante el periodo de permanencia en sus aulas (periodo de enseñanza y de investigación) y después como egresado, su praxis profesional sea la de un individuo con un alto nivel de valores eternos que orienten el caminar diario. “En fin, la teología católica, enseñada con entera fidelidad a la Escritura, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia, ofrecerá un conocimiento claro de los principios del Evangelio, el cual enriquecerá el sentido de la vida humana y le conferirá una nueva dignidad”(4).

“La religión es la mayor rebelión del hombre que no quiere vivir como una bestia, que no se conforma –que no se aquieta- si no trata de conocer al Creador: el estudio de la religión es una necesidad fundamental. Un hombre que carezca de formación religiosa no está completamente formado. Por eso la religión debe estar presente en la Universidad; y ha de enseñarse a un nivel superior, científico, de buena teología. Una Universidad de la que la religión está ausente, es una Universidad incompleta: porque ignora una dimensión fundamental de la persona humana, que no excluye –sino que exige- las demás dimensiones”. (5)



(1), (2), (3), (4), Juan Pablo II, “Ex Corde Ecclesia”, Roma 13.I.1989
(5), San Josemaría Escrivá, “Conversaciones” n. 73. Rialp, Madrid 1968