martes, 19 de febrero de 2008

UNIVERSIDADES CATÓLICAS



Algunos comentarios sobre la “Ex corde Ecclesia” (II)


Por: Dr. Hugo Calienes Bedoya
Decano de la Facultad de Medicina

En el mundo de hoy, caracterizado por unos progresos tan rápidos en la ciencia y en la tecnología, las tareas de la Universidad Católica asumen una importancia y una urgencia cada vez mayores. De hecho, los descubrimientos científicos y tecnológicos, si por una parte conllevan un enorme crecimiento económico e industrial, por otra imponen ineludiblemente la necesaria correspondiente búsqueda del significado, con el fin de garantizar que los nuevos descubrimientos sean usados para el auténtico bien de cada persona y del conjunto de la sociedad humana. Si es responsabilidad de toda Universidad buscar este significado, la Universidad Católica está llamada de modo especial a responder a esta exigencia; su inspiración cristiana le permite incluir en su búsqueda, la dimensión moral, espiritual y religiosa, y valorar las conquistas de la ciencia y de la tecnología en la perspectiva total de la persona humana.

En este contexto, las Universidades Católicas están llamadas a una continua renovación, tanto por el hecho de ser universidad, como por el hecho de ser católica. En efecto, «está en juego el significado de la investigación científica y de la tecnología, de la convivencia social, de la cultura, pero, más profundamente todavía, está en juego el significado mismo del hombre»). Tal renovación exige la clara conciencia de que, por su carácter católico, la Universidad goza de una mayor capacidad para la búsqueda desinteresada de la verdad; búsqueda, pues, que no está subordinada ni condicionada por intereses particulares de ningún género” (1).

La inteligencia humana, chispazo de la inteligencia divina (2), cuando se aplica en la búsqueda de la verdad en los trabajos de investigación, por ejemplo en el campo de la medicina, si quiere ser fiel a si misma, tiene que comprender que existen límites, que no todo lo que se puede hacer se debe hacer. El criterio definitorio es el respeto por la dignidad de la persona humana. Saber decir que no a una ruta de investigación que sobre el papel ofrecen mucho pero el precio que se debe pagar por ella es muy alto, es la actitud prudente, sabia. La investigación en células madres embrionarias, parecía el único camino para intentar combatir enfermedades, que gozan de la mejor prensa como el alzeihmer y parkinson, ha resultado que no es tal; esas mismas investigaciones, y con mejores resultados, se pueden hacer en células madres adultas recogidas de la piel, sin necesidad de sacrificar millones de embriones humanos.

El talante del investigador de la universidad católica, exige confianza plena en el Creador de todo: si la inteligencia viene de El, la buena investigación, nunca podrá ir contra su inteligencia omnisciente. Si realmente es necesario un determinado tipo de investigación (sin caer en erróneos providencialismos contrarios a la iniciativa humana), el investigador encontrará el camino correcto que haga avanzar la ciencia y respete la dignidad humana. Sería ingenuo ignorar que detrás de muchas investigaciones se esconden ideologías ateas e intereses económicos muy fuertes que miran a la persona humana como simple inversión. Al investigador se le pide la humildad de saber “bajar la cabeza”, decir “me equivoqué” y dar “marcha atrás” cuando se topa con los límites lógicos de su finitud y con los límites que reclama el respeto al recto orden de la creación, esto es muy válido en los actuales momentos con respecto a la ecología.

La Universidad Católica es, por consiguiente, el lugar donde los estudiosos examinan a fondo la realidad con los métodos propios de cada disciplina académica, contribuyendo así al enriquecimiento del saber humano. Cada disciplina se estudia de manera sistemática, estableciendo después un diálogo entre las diversas disciplinas con el fin de enriquecerse mutuamente. Tal investigación, además de ayudar a los hombres y mujeres en la búsqueda constante de la verdad, ofrece un eficaz testimonio, hoy tan necesario, de la confianza que tiene la Iglesia en el valor intrínseco de la ciencia y de la investigación.En una Universidad Católica la investigación abarca necesariamente: a) la consecución de una integración del saber; b) el diálogo entre fe y razón; c) una preocupación ética y d) una perspectiva teológica (3)
A la Iglesia no le preocupa la ciencia, apunta a ella. Le duele que el hombre, por el éxito pasajero y adulón, vaya contra el mismo hombre en sus investigaciones. En fin nunca justifica los medios.

«Es esencial que nos convenzamos de la prioridad de lo ético sobre lo técnico, de la primacía de la persona humana sobre las cosas, de la superioridad del espíritu sobre la materia. Solamente servirá a la causa del hombre si el saber está unido a la conciencia. Los hombres de ciencia ayudarán realmente a la humanidad sólo si conservan "el sentido de la trascendencia del hombre sobre el mundo y de Dios sobre el hombre»(4).



(1), (3), (4) Juan pablo II, “Ex Corde Ecclesia”, Roma 13.I.1989
(2), San Josemaría Escrivá de Balaguer.