Por: Mgtr. Guillermo del Piélago
Director Escuela de Administración de Empresas USAT
Director Escuela de Administración de Empresas USAT
Muchas veces el término marketing es vilipendiado y hasta satanizado; incluso algunos lo consideran como el gran arquitecto y gestor de toda una sociedad de consumo; en términos propiamente “marketeros” se puede decir que el marketing no tiene un “posicionamiento” nítido; mucha gente lo considera importante y beneficioso (gracias a Dios que son la mayoría); pero hay también quienes lo consideran como un conjunto de artimañas y malas artes que desarrollan los estrategas comerciales que aliados con los creativos publicitarios intentan atraer y captar ingenuos clientes para conducirlos –cual borreguitos- para que compren un producto o consuman un determinado servicio.
Incluso cuando un producto o servicio en esencia no es bueno y sin embargo es consumido se llega a decir –en forma despectiva e irónica- que es “puro marketing”; término muy utilizado para denotar productos que son pura forma, pero con poco fondo; es decir, como dice un refrán antiguo: “muchos ruidos y pocas nueces”.
Indudablemente en este mal posicionamiento gran parte de la culpa la tienen quienes sabiendo que el marketing es una herramienta poderosa la utilizan para asuntos no tan buenos, ni tan “santos”; reitero; el marketing es una potente herramienta; y como herramienta puede ser utilizada para cosas positivas y también para cosas negativas; es decir es como un revólver; es muy distinto que el revólver este en las manos de un policía a que esté en las manos de un delincuente; la herramienta es la misma, pero sus usos serán diferentes en función de quién lo use y para que lo use.
Es por ello que es muy importante que quienes estamos en el mundo didáctico y académico del marketing seamos muy prudentes y cuidadosos con lo que enseñamos y decimos; y a veces es necesario romper algunas falacias del marketing que por allí se dicen como verdades inobjetables; incluso en muchos medios académicos de reconocido prestigio y resonancia; como por ejemplo, cuando se dice que al cliente no sólo se le debe satisfacerse todas sus necesidades; sino que debe “deleitársele”; dándole todo lo que quiera y pida; e incluso hay quienes dicen –parafraseando al legendario Pocho Rospigliosi- que a la gente hay que darle “lo que le gusta”; y esto desde mi humilde punto de vista no es bueno; ni para el cliente; ni para la empresa que sufrirá a la larga las consecuencias.
Es por ello que quienes apostamos por un marketing con un enfoque humanista y de beneficios para la empresa, para su crecimiento sostenido y duración a largo plazo; creemos que al cliente no hay que darle todo lo que le guste, ni todo lo que quiera; sino lo que le guste y le haga bien; lo que lo haga mejor y lo que lo ennoblezca como persona sin afectar su dignidad humana; citemos un ejemplo: sabemos que a un niño le gusta jugar y ver televisión; y si por ellos fueran harían esto todo el día; entonces ¿será un buen padre quien permita que su menor hijo vea todo lo que quiere y juegue todo lo que le venga en gana?; mal haría un padre en el futuro de su hijo si permite esto; haciendo un paralelo es como si una universidad que debería estar fomentando el estudio y la investigación, a través de la exigencia académica; se dedicara a fomentar o auspiciar conciertos, bailes y “juergas” con el afán de “deleitar” a sus clientes (en este caso los universitarios); que a lo mejor tiene un efecto cortoplacista de identificación con su institución basado un sentimentalismo efímero; pero que a la larga producirá efectos negativos para el posicionamiento de la institución, que estaría desvirtuando su razón de ser.
Es por ello que en la USAT apostamos por el marketing del bueno; es decir aquel que se orienta en satisfacer las necesidades reales de la persona, aquellas que le hacen bien, que lo ennoblecen y lo mejoran como persona y profesional.
Incluso cuando un producto o servicio en esencia no es bueno y sin embargo es consumido se llega a decir –en forma despectiva e irónica- que es “puro marketing”; término muy utilizado para denotar productos que son pura forma, pero con poco fondo; es decir, como dice un refrán antiguo: “muchos ruidos y pocas nueces”.
Indudablemente en este mal posicionamiento gran parte de la culpa la tienen quienes sabiendo que el marketing es una herramienta poderosa la utilizan para asuntos no tan buenos, ni tan “santos”; reitero; el marketing es una potente herramienta; y como herramienta puede ser utilizada para cosas positivas y también para cosas negativas; es decir es como un revólver; es muy distinto que el revólver este en las manos de un policía a que esté en las manos de un delincuente; la herramienta es la misma, pero sus usos serán diferentes en función de quién lo use y para que lo use.
Es por ello que es muy importante que quienes estamos en el mundo didáctico y académico del marketing seamos muy prudentes y cuidadosos con lo que enseñamos y decimos; y a veces es necesario romper algunas falacias del marketing que por allí se dicen como verdades inobjetables; incluso en muchos medios académicos de reconocido prestigio y resonancia; como por ejemplo, cuando se dice que al cliente no sólo se le debe satisfacerse todas sus necesidades; sino que debe “deleitársele”; dándole todo lo que quiera y pida; e incluso hay quienes dicen –parafraseando al legendario Pocho Rospigliosi- que a la gente hay que darle “lo que le gusta”; y esto desde mi humilde punto de vista no es bueno; ni para el cliente; ni para la empresa que sufrirá a la larga las consecuencias.
Es por ello que quienes apostamos por un marketing con un enfoque humanista y de beneficios para la empresa, para su crecimiento sostenido y duración a largo plazo; creemos que al cliente no hay que darle todo lo que le guste, ni todo lo que quiera; sino lo que le guste y le haga bien; lo que lo haga mejor y lo que lo ennoblezca como persona sin afectar su dignidad humana; citemos un ejemplo: sabemos que a un niño le gusta jugar y ver televisión; y si por ellos fueran harían esto todo el día; entonces ¿será un buen padre quien permita que su menor hijo vea todo lo que quiere y juegue todo lo que le venga en gana?; mal haría un padre en el futuro de su hijo si permite esto; haciendo un paralelo es como si una universidad que debería estar fomentando el estudio y la investigación, a través de la exigencia académica; se dedicara a fomentar o auspiciar conciertos, bailes y “juergas” con el afán de “deleitar” a sus clientes (en este caso los universitarios); que a lo mejor tiene un efecto cortoplacista de identificación con su institución basado un sentimentalismo efímero; pero que a la larga producirá efectos negativos para el posicionamiento de la institución, que estaría desvirtuando su razón de ser.
Es por ello que en la USAT apostamos por el marketing del bueno; es decir aquel que se orienta en satisfacer las necesidades reales de la persona, aquellas que le hacen bien, que lo ennoblecen y lo mejoran como persona y profesional.