martes, 17 de marzo de 2009

“EL ARTE DE PREGUNTAR EN FILOSOFÍA”


Por: Armando Mera Rodas
Profesor adscrito al Departamento de Ciencias Teológicas


Una de las formas más elementales de aproximar a los estudiantes universitarios a la filosofía y a su quehacer es la pregunta. Ésta ha marcado el origen de las ciencias y también el punto de partida de la misma filosofía. La pregunta abre el inicio de todo discurso y de toda interacción humana. De otra parte, la mente humana queda subsumida en lo ordinario, la inmediatez, prisionera del dogmatismo.

En los encuentros de discusión filosófica -en el ámbito académico universitario-, con frecuencia se descubren las dificultades y limitaciones que muestran los estudiantes para plantear o formular auténticas preguntas de carácter filosófico. Esto limita el diálogo y el camino de la investigación. Algunos estudiantes hacen alarde de haber formulado una gran interrogante, cuando -en realidad- se trata sólo de una pseudo o ingenua pregunta. Así por ejemplo, con frecuencia interrogan: ¿dónde está Dios? A primera vista, esta cuestión parece muy filosófica. Sin embargo, si se analiza cuidadosamente, descubrimos que se trata de una aparente pregunta filosófica, ya que el dónde se usa para referir al lugar y al espacio que ocupa una cosa, y si Dios no es una cosa, en consecuencia no ocupa lugar en el espacio. De acuerdo con este razonamiento, la inteligencia no debe preguntar por el dónde cuando se refiere a realidades espirituales.

Otra pregunta, aparentemente filosófica, consiste en cuestionarse por la nada; pues, al hacerlo se presupone que la nada es algo. Esto constituye un error filosófico de principio. Con el fin de contribuir al uso y formulación adecuada de preguntas relacionadas con el campo de la filosofía, propongo una taxonomía de preguntas propiamente filosóficas, a saber: las preguntas fundamentales, causales o argumentativas, aquellas que cuestionan el por qué de las cosas y exigen en sus respuestas los fundamentos, las causas y las razones de lo que se pregunta.

Pertenecen a este ámbito las siguientes interrogantes: ¿Por qué existe el mundo? ¿Por qué hemos sido creados? ¿Por qué muere el hombre? ¿Por qué filosofamos? ¿Por qué nos preguntamos? ¿Por qué nos portamos bien? … Además, tenemos las preguntas teológicas, aquellas que indagan los fines de la realidad por la que se pregunta. El esquema de este tipo de preguntas es el para qué de las cosas. Así por ejemplo: ¿para qué ha sido creado el mundo?, ¿para qué ha sido creado el hombre?, ¿para qué filosofamos?, ¿para qué nos preguntamos?, ¿para qué vivimos?, etc.

Por otro lado, contamos con las preguntas esenciales, aquellas que se circunscriben a investigar la esencia o naturaleza de las cosas. Constituyen preguntas de esta naturaleza: ¿qué es la vida?, ¿qué es el valor?, ¿qué es la muerte?, ¿qué es el mundo?, ¿qué es la felicidad?, ¿qué es el conocimiento?, ¿qué es la libertad?, ¿qué es el ser?, ¿qué es el amor?, etc. También tenemos las preguntas existenciales, aquellas que auscultan si la realidad existe realmente o son una quimera o producto de la ilusión. Ejemplo de estas interrogantes son: ¿existe realmente Dios?, ¿existe vida después de la muerte?, ¿existe el más allá?, ¿existe la felicidad o es una quimera?, ¿existe el diablo?, ¿existe el mundo objetivo?, ¿existe el alma?, ¿existe la justicia?, etc. Por último, anotamos las preguntas personalistas, aquellas que se cuestionan por la persona de las realidades más altas en dignidad, así por ejemplo: ¿quién es el hombre?, ¿quién es Dios?, ¿quiénes son los Ángeles?, etc.

Antes de concluir, es bueno presentar otra dificultad más que debemos superar con urgencia en el quehacer universitario. Nos referimos a las respuestas que se emiten ante el porqué y el para qué. Con frecuencia al porqué los estudiantes responden con un “para……” y al para qué lo hacen con un “porque….” y, cuando esto ocurre, es imposible recorrer el camino que conduce a la verdad. El reto queda planteado.