Por: Segundo Díaz Flores
Profesor Adscrito al Departamento de Ciencias Teológicas
Con el primer Domingo de Adviento, la Iglesia ha comenzado un nuevo año litúrgico. Adviento deriva del latín Adventus, traducida por la Vulgata como parusía (venida) con sentido implícito de epifanía (manifestación). En el lenguaje de los gentiles adventus indica el advenimiento o presencia de la divinidad en un templo. Para ellos, adviento significaría retorno y aniversario. Los paganos utilizaban el término también para designar la entrada victoriosa del emperador[1]
En lenguaje de las primeras comunidades cristianas, adventus se utiliza en el sentido de parusía: segunda venida gloriosa del Señor. Sin embargo, al instaurarse las fiestas litúrgicas de Navidad y Epifanía, adventus sirvió para expresar la venida del Señor en la humildad de nuestra carne. De esta manera adventus hace referencia a la preparación que precede a Navidad y Epifanía.
El Adviento se celebra en Oriente después del Concilio de Éfeso (431). Se dedicaban sermones sobre la Anunciación de María, en los domingos previos a la Navidad. Esta primera referencia la encontramos cuando el obispo Perpetuo de Tours (461-490) estableció un ayuno antes de Navidad que comenzaba el 11 de Noviembre (Día de San Martín de Tours). El Concilio de Tours (567) hace mención al tiempo de Adviento, costumbre, conocida como la Cuaresma de San Martín que se extendió por varias iglesias de la Galia gracias al Concilio de Macon (581).
La temporada de Adviento pasó por varios procesos de reorganización litúrgica. La Iglesia de Milán y las iglesias de la Hispania adoptaron seis semanas como tiempo de duración. En la Iglesia de Roma, hay noticias del adviento desde la mitad del siglo VI, fecha en que fue reducido a cuatro semanas antes de Navidad; se cree que la reforma se debe al Papa Gregorio Magno (590-604).
La temática de la celebración de este tiempo consistía en el recuerdo del nacimiento de Cristo, aunque por influencia de las iglesias de la Galia, se introdujo el tema de la Segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Por lo que el Adviento se distingue por la preparación penitencial como por la alegría de la espera de Cristo que está por llegar[2]
Al encontrarnos cercanos a la Navidad, cuando el “márquetin navideño” nos distrae de lo verdaderamente fundamental, el nacimiento de Jesús, el Papa Benedicto XVI, nos exhorta a vivir el tiempo litúrgico de Adviento en sus dos momentos: en primer lugar, a despertar la espera en el regreso glorioso de Cristo; luego, al acercarse la Navidad, a acoger al Verbo hecho hombre por nuestra salvación[3].
Vivir el Adviento es hacer eco en nuestra vida las Palabras de Jesús: "¡Velad!" (Mc 13,33.35.37), mandato que para el Santo Padre no sólo se dirige a los discípulos, sino "a todos", pues cada quien, en la hora que sólo Dios sabe, será llamado a rendir cuentas de su propia existencia. Esta vigilancia, que caracteriza la actitud del discípulo que espera y aguarda el retorno de Jesús, implica, según el Vicario de Cristo, un justo desapego de los bienes terrenos, un sincero arrepentimiento de los propios errores, una caridad efectiva con el prójimo y, sobre todo, una humilde confianza en las manos de Dios, nuestro Padre, tierno y misericordioso.
Finalmente, el Papa nos pide invocar a la Virgen María, Madre de Jesús, que es imagen del Adviento, para que nos ayude a convertirnos en prolongación de humanidad para el Señor que llega.
En lenguaje de las primeras comunidades cristianas, adventus se utiliza en el sentido de parusía: segunda venida gloriosa del Señor. Sin embargo, al instaurarse las fiestas litúrgicas de Navidad y Epifanía, adventus sirvió para expresar la venida del Señor en la humildad de nuestra carne. De esta manera adventus hace referencia a la preparación que precede a Navidad y Epifanía.
El Adviento se celebra en Oriente después del Concilio de Éfeso (431). Se dedicaban sermones sobre la Anunciación de María, en los domingos previos a la Navidad. Esta primera referencia la encontramos cuando el obispo Perpetuo de Tours (461-490) estableció un ayuno antes de Navidad que comenzaba el 11 de Noviembre (Día de San Martín de Tours). El Concilio de Tours (567) hace mención al tiempo de Adviento, costumbre, conocida como la Cuaresma de San Martín que se extendió por varias iglesias de la Galia gracias al Concilio de Macon (581).
La temporada de Adviento pasó por varios procesos de reorganización litúrgica. La Iglesia de Milán y las iglesias de la Hispania adoptaron seis semanas como tiempo de duración. En la Iglesia de Roma, hay noticias del adviento desde la mitad del siglo VI, fecha en que fue reducido a cuatro semanas antes de Navidad; se cree que la reforma se debe al Papa Gregorio Magno (590-604).
La temática de la celebración de este tiempo consistía en el recuerdo del nacimiento de Cristo, aunque por influencia de las iglesias de la Galia, se introdujo el tema de la Segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Por lo que el Adviento se distingue por la preparación penitencial como por la alegría de la espera de Cristo que está por llegar[2]
Al encontrarnos cercanos a la Navidad, cuando el “márquetin navideño” nos distrae de lo verdaderamente fundamental, el nacimiento de Jesús, el Papa Benedicto XVI, nos exhorta a vivir el tiempo litúrgico de Adviento en sus dos momentos: en primer lugar, a despertar la espera en el regreso glorioso de Cristo; luego, al acercarse la Navidad, a acoger al Verbo hecho hombre por nuestra salvación[3].
Vivir el Adviento es hacer eco en nuestra vida las Palabras de Jesús: "¡Velad!" (Mc 13,33.35.37), mandato que para el Santo Padre no sólo se dirige a los discípulos, sino "a todos", pues cada quien, en la hora que sólo Dios sabe, será llamado a rendir cuentas de su propia existencia. Esta vigilancia, que caracteriza la actitud del discípulo que espera y aguarda el retorno de Jesús, implica, según el Vicario de Cristo, un justo desapego de los bienes terrenos, un sincero arrepentimiento de los propios errores, una caridad efectiva con el prójimo y, sobre todo, una humilde confianza en las manos de Dios, nuestro Padre, tierno y misericordioso.
Finalmente, el Papa nos pide invocar a la Virgen María, Madre de Jesús, que es imagen del Adviento, para que nos ayude a convertirnos en prolongación de humanidad para el Señor que llega.
[1]Cfr. Conferencia Episcopal Chilena-(2008). Etimología de la palabra adviento. Consultado el 28 de noviembre de 2008 en http://www.iglesia.cl/iglesiachile/especiales/adviento/etimologia.html
[2]Cfr. Historia del Adviento. Consultado el 27 de noviembre de 2008 en http://www.churchforum.org/info/Liturgia/Navidad/adviento/advhist.htm.
[3]Cfr. Benedicto XVI: El tiempo visto con los ojos de Dios. Consultado el 30 de noviembre en http://www.zenit.org/article-29362?l=spanish