miércoles, 12 de marzo de 2008

UNIVERSIDADES CATÓLICAS



Algunos comentarios sobre la “Ex Corde Ecclesia” (V)
-Servicio-

Dr. Hugo Calienes Bedoya
Decano de la Facultad de Medicina

“La Universidad Católica, como cualquier otra Universidad, está inmersa en la sociedad humana. Para llevar a cabo su servicio a la Iglesia está llamada -siempre en el ámbito de su competencia- a ser instrumento cada vez más eficaz de progreso cultural tanto para las personas como para la sociedad. Sus actividades de investigación incluirán, por tanto, el estudio de los graves problemas contemporáneos, tales como, la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de la estabilidad política, una distribución más equitativa de los recursos del mundo y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva mejor a la comunidad humana a nivel nacional e internacional. La investigación universitaria se deberá orientar a estudiar en profundidad las raíces y las causas de los graves problemas de nuestro tiempo, prestando especial atención a sus dimensiones éticas y religiosas” (1).



La Iglesia Católica, siguiendo las huellas de su Fundador, lleva XXI siglos sirviendo a todos los hombres sin hacer distingos de ningún tipo. El campo de la educación fue para Ella una preocupación prioritaria: si no hubiera democratizado la enseñanza (en contra de los poderosos de entonces), grandes regiones del planeta vivirían todavía ahogadas en el analfabetismo. Con la puesta en marcha de las universidades hizo de Europa un potente foco cultural. Europa no puede olvidar que sus raíces son católicas. Pronto la Universidad cruzó el “charco” y América (Perú y México, fueron las primeras naciones) pudo beneficiarse de este patrimonio. Un servicio, desde siempre, no exento de sacrificio ni de entrega de sus protagonistas. Los bienes espirituales (entre los que se encuentra la enseñanza en el sentido amplio) cuando se dan gratuitamente se multiplican y sobre todo enriquecen, en proporciones cada vez mayores, al que los da. La sabiduría, como don y como esfuerzo humano por adquirirla, no puede estar guardada celosamente en cajas fuertes, su función es social, de servicio a los demás: El lugar donde mejor se cultiva y mejor se entrega es en la universidad.

Esta función, no deben olvidarla los que forman parte de la Comunidad Universitaria. La Universidad no es una fábrica de títulos ni un lugar para desarrollar solo habilidades útiles para la vida. Allí se va a aprende a “dar respuesta a los problemas y exigencias de cada época” (2). Por eso la Universidad, sin meterse en politiquerías (la desnaturalizaría), es siempre inconformista, su profunda y elevada visión le hace contemplar los acontecimientos en su verdadera dimensión e intervenir en ellos para sanarlos en la raíz. Juan Pablo II, con la audacia que da estar en la verdad, no duda en decir: “Si es necesario, la Universidad Católica deberá tener la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan a la opinión pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad” (3). Este es el mejor servicio que puede ofrecer, y que se le debe exigir, a la Universidad. Enseñar a pensar es el reto que tiene hoy por hoy la Universidad peruana. Estudio e investigación son las armas con las que cuenta para asumir responsablemente su papel.

“Es necesario que la Universidad forme a los estudiantes en una mentalidad de servicio: servicio a la sociedad, promoviendo el bien común con su trabajo profesional y con su actuación cívica. Los universitarios necesitan ser responsables, tener una sana inquietud por los problemas de los demás y un espíritu generoso que les lleva a enfrentarse con estos problemas, y a procurar encontrar la mejor solución. Dar al estudiante todo eso es tarea de la Universidad. Cuantos reúnan condiciones de capacidad deben tener acceso a los estudios superiores, sea cualquiera su origen social, sus medios económicos, su raza o su religión…En una palabra, la Universidad debe estar abierta a todos y, por otra parte, debe formar a sus estudiantes para que su futuro trabajo profesional esté al servicio de todos” (4).


(1), (2), (3), Juan Pablo II, “Ex Corde Ecclesia”, Roma 13.I.1989
(4), San Josemaría Escrivá, “Conversaciones” n. 74. Rialp, Madrid 1968