miércoles, 5 de marzo de 2008

UNIVERSIDADES CATÓLICAS

Algunos comentarios sobre la “Ex corde Ecclesia” (IV)
-Unidad-


Por: Dr. Hugo Calienes Bedoya
Decano de la Facultad de Medicina



”La Universidad Católica persigue sus propios objetivos también mediante el esfuerzo por formar una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de Cristo. La fuente de su unidad deriva de su común consagración a la verdad, de la idéntica visión de la dignidad humana y, en último análisis, de la persona y del mensaje de Cristo que da a la Institución su carácter distintivo. Como resultado de este planteamiento, la Comunidad universitaria está animada por un espíritu de libertad y de caridad, y está caracterizada por el respeto recíproco, por el diálogo sincero y por la tutela de los derechos de cada uno. Ayuda a todos sus miembros a alcanzar su plenitud como personas humanas. Cada miembro de la Comunidad, a su vez, coadyuva para promover la unidad y contribuye, según su propia responsabilidad y capacidad, en las decisiones que tocan a la Comunidad misma, así como a mantener y reforzar el carácter católico de la institución” (1).

La Comunidad universitaria formada por distintos estamentos (docentes, estudiantes, personal administrativo y dirigentes), es una unidad y como lo indica su nombre, tiene una misión común y en esta tarea nadie es “ciudadano de segunda”, la diversidad de trabajos no minimiza la categoría de sus componentes. Hay una comparación de unidad de objetivos y de diversidad de funciones, válida para cualquier Institución, que le viene muy bien a la Universidad. Es la que san Pablo emplea para hablar de la Iglesia Católica, tomando como ejemplo al cuerpo humano en el que ningún miembro puede darse el lujo de despreciar a otro: a su nivel todos son importantes y necesarios. Quizá al aplicar este símil a la Universidad venga a nuestra mente la figura contraria: división; luchas francas, o intestinas, por el poder; existencia de camarillas, de grupos afines con un líder en espera de su “turno”, etc. Modos antagónicos a su misión. La unidad en la diversidad, es un bien que no se consigue en veinticuatro horas y una vez obtenido tampoco se mantiene solo.
Su permanencia requiere de una definida decisión, por parte de cada uno de los componentes de la Universidad, de cuidarla y defenderla de los depredadores como el tesoro más preciado. Sin embargo es importante saber que muchos llaman unidad a algo bien distinto y casi siempre acomodado a su gusto: ¿a la igualdad externa e interna que observamos en los alimentos transgénicos?, ¿a la hechura conseguida a base de “corsé” que con las justas es posible respirar libertad de opinión?, ¿al sí rotundo en todo y que tiene prohibido pensar o disentir? La lista puede ser todo lo larga que se quiera, pero es suficiente con lo dicho. En el párrafo citado al inicio del artículo, Juan Pablo II, nos ahorra el trabajo de buscar la definición correcta de unidad que requiere la Universidad.

Para alcanzar la unidad derivada de la consagración a la verdad, animada por el espíritu de Cristo, que devenga en un espíritu de libertad y de caridad donde priman el respeto mutuo, el dialogo sincero y la tutela de los derechos de cada uno, la “Ex Corde Ecclesia”, nos explica el como; son experiencias (nacidas del caminar de siglos de la Iglesia como fundadora de la Universidad), que ahora nos las transmite a manera de consejos dirigidos a cada estamento. A continuación los cito:

1- Los docentes universitarios esfuércense por mejorar cada vez más su propia competencia y por encuadrar el contenido, los objetivos, los métodos y los resultados de la investigación de cada una de las disciplinas en el contexto de una coherente visión del mundo. Los docentes cristianos están llamados a ser testigos y educadores de una auténtica vida cristiana, que manifieste la lograda integración entre fe y cultura, entre competencia profesional y sabiduría cristiana. Todos los docentes deberán estar animados por los ideales académicos y por los principios de una vida auténticamente humana.
2- Se insta a los estudiantes a adquirir una educación que armonice la riqueza del desarrollo humanístico y cultural con la formación profesional especializada. Dicho desarrollo debe ser tal que se sientan animados a continuar la búsqueda de la verdad y de su significado durante toda la vida, dado que «es preciso que el espíritu humano desarrolle la capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y llegue a ser capaz de formarse un juicio personal y de cultivar el sentido religioso, moral y social». Esto les hará capaces de adquirir o, si ya lo tienen, de profundizar una forma de vida auténticamente cristiana. Los estudiantes deben ser conscientes de la seriedad de su deber y sentir la alegría de poder ser el día de mañana «líderes» calificados y testigos de Cristo en los lugares en los que deberán desarrollar su labor.3-Los dirigentes y el personal administrativo en una Universidad Católica deben promover el desarrollo constante de la Universidad y de su Comunidad mediante una esmerada gestión de servicio. La dedicación y el testimonio del personal no-académico son indispensables para la identidad y la vida de la Universidad (2).

La consecución sincera de estas metas empieza por deponer, si las hay, ambiciones personales de sobresalir en solitario, de afirmación de la propia personalidad, de mostrar a los otros que se es persona de éxito pagando el alto precio de lesionar la unidad. La vocación de servicio de la Universidad a la sociedad está en relación directa con la riqueza de contenido de la vocación de servicio de cada uno de sus componentes.


(1), (2), Juan Pablo II, “Ex Corde Ecclesia”, Roma 13.I.1989