Decano de la Facultad de Derecho
No son recientes ni subrepticios los ataques que instituciones naturales como el matrimonio y la familia han venido sufriendo desde la segunda mitad del siglo XX. Antes bien, pese a los constantes llamados para salvar y promover los valores y exigencias de la familia frente a la degradación de sus valores fundamentales [1], se obtuvo como respuesta la institucionalización de políticas gubernamentales y programas socio económicos (control de la natalidad, ideología de género como sustento de la legislación, falsa igualdad entre varón y mujer, reconocimiento de “matrimonios” entre personas del mismo sexo por razones de igualdad, etc.) que han ido mermando la unidad y estabilidad de la familia impidiéndole el cumplimiento de sus fines específicos.
La búsqueda de “nuevos argumentos” para justificar las ingerencias en el derecho natural y fundamental de fundar una familia y decidir el número de hijos a procrear, no merecen sino el total rechazo de quienes consideramos que la familia “constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad” [2].
Recientemente, el asesor para temas medioambientales del Gobierno británico, Jonathon Porritt, en declaraciones recogidas por el dominical 'The Sunday Times’ (02.02.2009) declaró que: “Las parejas que tienen más de dos hijos son «irresponsables» desde el punto de vista de la conservación del planeta”. En consonancia con su afirmación presentará un Informe a los gobiernos del mundo proponiendo la necesidad de incidir en el control de la población como política de lucha contra el calentamiento del planeta ya que muchos embarazos de adolescentes fructifican en criaturas «aunque a menudo esas mujeres no quieren ser madres».
Dichas declaraciones evidencian una ignorancia absoluta sobre la realidad de la familia y su importancia para la sociedad y constituyen una clara vulneración de los derechos recogidos en diversos instrumentos jurídicos internacionales y normas nacionales que reconocen a la familia como institución natural, reconocen el derecho a fundar una familia (sin restricción alguna del número de hijos) y reconocen el deber del estado de adoptar las medidas necesarias para la protección de la familia frente a injerencias ilegales o arbitrarias (como sería el establecer el número máximo de hijos por familia) así como el deber de promover, velar y proteger a la familia para la consecución de su función específica [3].
Las declaraciones de Porrit por otro lado, son evidencia de una inversión del orden real de cuanto existe: el medio ambiente (cuya preservación es importante) no puede prevalecer sobre la persona humana o sobre la familia, ya que aquel le ha sido dado al hombre como medio para la consecución de sus fines, como medio para la búsqueda del desarrollo personal y familiar. Es claro que el grave problema de la conservación del medio ambiente se ha generado por el uso irracional, irresponsable y no sostenible de los recursos naturales, por el industrialismo salvaje así como por las políticas económicas sustentadas únicamente en la obtención de lucro a cualquier precio; y en esto, los principales responsables son los países más ricos del planeta.
Finalmente, resulta paradójico que mientras los representantes de los países responsables de las amenazas a la conservación del planeta manifiestan su “preocupación” por tan grave problema, no muestran el mismo interés por la familia olvidando que ésta, en tanto célula del organismo social, debe ser protegida y promovida pues la familia armónica es como el hábitat o ecosistema del ser humano: la cuna, casa y escuela de la vida humana [4].
Este es el ecosistema que merece una prioritaria preocupación de los gobiernos del mundo. En todo caso, la conservación del planeta no tiene porqué significar un menoscabo mayor a la institución de la familia, de lo contrario, destruida la célula de la sociedad ¿tendría sentido preocuparse por la conservación del planeta?
------
[1]La más importante denuncia de los ataques a la familia se vertió en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (1981) en la que Juan Pablo II, animaba a los hombres de buena voluntad a esforzarse por salvar y promover los valores y exigencias de la familia frente a la degradación de sus valores fundamentales: una equivocada concepción de la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades para la transmisión de valores; los divorcios, el aborto, la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional, etc.
[2]Preámbulo de la Carta de los Derechos de la Familia del Pontificio Consejo para la Familia (22 de octubre de 1983).
[3]Así por ejemplo, el Art. 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art. 17 de la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos, art. 12 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
[4]Manifiesto Final del Congreso “La Familia, esperanza de la sociedad” promovido por el Consejo Pontificio para la Familia y organizado por la Conferencia Episcopal Española con la archidiócesis de Madrid (Madrid, noviembre de 2001) Cfr. http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/family/documents/rc_pc_family_doc_20011118_congreso-madrid_sp.html.