Por: Santiago Bobadilla Ocaña.
Profesor adscrito al Departamento de Ciencias de la Educación
Las instituciones educativas, a nivel nacional, inician a partir de este marzo un nuevo proceso educativo, como se sabe, en muchas de ellas y donde se ubiquen, ya sea en zona urbana, rural, urbano marginal (costa, sierra o selva), tienen el gran reto de proporcionar una cultura común a todos los alumnos, que evite la discriminación y desigualdad de oportunidades, respetando al mismo tiempo sus características y necesidades individuales.
El concepto de necesidades educativas especiales implica que cualquier alumno que tenga dificultades de aprendizaje, por la causa que fuere, reciba las ayudas y recursos especiales que necesite, ya sea de forma temporal o permanente en el contexto educativo más normalizado posible.
Sin embargo determinadas necesidades individuales, plantean necesidades educativas especiales, que exigen respuestas educativas que se traducen en un conjunto de ayudas, recursos y medidas pedagógicas de carácter extraordinario, fundamentalmente adaptaciones de acceso al currículo, distintas de las que demandan la mayoría de los alumnos, como estrategias metodológicas cómo enseñar, y cómo evaluar, sin afectar el qué enseñar.
De allí que se asuma el imperativo de organizar las experiencias de aprendizaje y evaluación de forma que todos los alumnos participen y progresen en función de sus posibilidades.
Entonces, la educación de los alumnos con necesidades educativas especiales, no genera un currículo paralelo, ni lo debe requerir para el desarrollo y aprendizaje de los educandos, asumiendo más bien el currículo de la Educación Básica Regular, así como el previsto para otros niveles y modalidades, realizando las adaptaciones curriculares necesarias, las que constituyen un proceso de toma de decisiones compartido por todos los miembros de la comunidad educativa, tendiente a ajustar y complementar el currículo común para dar respuesta a las necesidades educativas especiales de los alumnos y lograr su desarrollo personal y social.
Todo alumno en algún momento de su permanencia en la escuela, puede plantear una necesidad educativa especial de orden temporal, así, quienes presentan problemas de aprendizaje, demandan de una respuesta educativa pertinente y oportuna, la que permitirá identificar sus causales (pedagógicas, familiares…), y ofrecer un apoyo pedagógico pertinente a efectos de subsanar los problemas en el marco de trabajo en el aula. Con relación a lo último, surgen interrogantes como: ¿los docentes están preparados para diagnosticar estas dificultades?, ¿los profesores están preparados para abordar estas dificultades?, ¿los profesores están en condiciones de decir tal o cuál estudiante se debe derivar al especialista?
Para responder a cada una de las interrogantes planteadas, en las instituciones educativas se deben efectuar esfuerzos para hacer una evaluación detenida y hacer las adaptaciones lo más significativas posibles, especialmente con los alumnos sordos, motóricos y ciegos que son plenamente inteligentes. Conviene empezar por las adaptaciones de acceso y por el cómo enseñar y evaluar, antes de hacer adaptaciones en el qué enseñar y evaluar.
Se recomienda flexibilizar los criterios respecto a los procedimientos e instrumentos de evaluación. Puede ser necesaria una evaluación individualizada, con instrumentos adecuados a las características y necesidades de los alumnos. Es necesario introducir nuevos medios e instrumentos de evaluación, principalmente aquellos relacionados con la observación del trabajo de los alumnos, su participación en los juegos, actividades, entrevistas, diálogos…
Finalmente, se debe implementar una evaluación diferencial que nos permita descubrir realmente lo que es capaz de hacer cada uno de estos educandos y el tipo de apoyo que necesitan y, tomar las decisiones adecuadas para la planificación del proceso de enseñanza- aprendizaje.
El concepto de necesidades educativas especiales implica que cualquier alumno que tenga dificultades de aprendizaje, por la causa que fuere, reciba las ayudas y recursos especiales que necesite, ya sea de forma temporal o permanente en el contexto educativo más normalizado posible.
Sin embargo determinadas necesidades individuales, plantean necesidades educativas especiales, que exigen respuestas educativas que se traducen en un conjunto de ayudas, recursos y medidas pedagógicas de carácter extraordinario, fundamentalmente adaptaciones de acceso al currículo, distintas de las que demandan la mayoría de los alumnos, como estrategias metodológicas cómo enseñar, y cómo evaluar, sin afectar el qué enseñar.
De allí que se asuma el imperativo de organizar las experiencias de aprendizaje y evaluación de forma que todos los alumnos participen y progresen en función de sus posibilidades.
Entonces, la educación de los alumnos con necesidades educativas especiales, no genera un currículo paralelo, ni lo debe requerir para el desarrollo y aprendizaje de los educandos, asumiendo más bien el currículo de la Educación Básica Regular, así como el previsto para otros niveles y modalidades, realizando las adaptaciones curriculares necesarias, las que constituyen un proceso de toma de decisiones compartido por todos los miembros de la comunidad educativa, tendiente a ajustar y complementar el currículo común para dar respuesta a las necesidades educativas especiales de los alumnos y lograr su desarrollo personal y social.
Todo alumno en algún momento de su permanencia en la escuela, puede plantear una necesidad educativa especial de orden temporal, así, quienes presentan problemas de aprendizaje, demandan de una respuesta educativa pertinente y oportuna, la que permitirá identificar sus causales (pedagógicas, familiares…), y ofrecer un apoyo pedagógico pertinente a efectos de subsanar los problemas en el marco de trabajo en el aula. Con relación a lo último, surgen interrogantes como: ¿los docentes están preparados para diagnosticar estas dificultades?, ¿los profesores están preparados para abordar estas dificultades?, ¿los profesores están en condiciones de decir tal o cuál estudiante se debe derivar al especialista?
Para responder a cada una de las interrogantes planteadas, en las instituciones educativas se deben efectuar esfuerzos para hacer una evaluación detenida y hacer las adaptaciones lo más significativas posibles, especialmente con los alumnos sordos, motóricos y ciegos que son plenamente inteligentes. Conviene empezar por las adaptaciones de acceso y por el cómo enseñar y evaluar, antes de hacer adaptaciones en el qué enseñar y evaluar.
Se recomienda flexibilizar los criterios respecto a los procedimientos e instrumentos de evaluación. Puede ser necesaria una evaluación individualizada, con instrumentos adecuados a las características y necesidades de los alumnos. Es necesario introducir nuevos medios e instrumentos de evaluación, principalmente aquellos relacionados con la observación del trabajo de los alumnos, su participación en los juegos, actividades, entrevistas, diálogos…
Finalmente, se debe implementar una evaluación diferencial que nos permita descubrir realmente lo que es capaz de hacer cada uno de estos educandos y el tipo de apoyo que necesitan y, tomar las decisiones adecuadas para la planificación del proceso de enseñanza- aprendizaje.