lunes, 25 de agosto de 2008

SIN DIÁLOGO VERDADERO ESTAMOS LIMITADOS

Por: María Caridad Arriola Arizaga
Profesora adscrita al Dpto. de Ciencias de la Salud

En el cotidiano vivir y en los ambientes donde nos encontremos ya sea en el trabajo o en la familia surgen puntos de discusión, desacuerdos, criterios personales a partir de los cuales pueden generarse situaciones tensas, donde se hace necesario tomarse un tiempo y hacer uso de éste don que es el diálogo.

Dialogar es comunicarse sin imponer mi verdad y reconocer que ningún ser humano es capaz de captar enteramente la verdad toda, y que no existe error o desatino que no tenga alguna parte de ella.

Larrañaga nos dice: “El diálogo desata los nudos, disipa las suspicacias, abre las puertas, soluciona los conflictos, engrandece la persona, es vínculo de amistad y “madre” de la fraternidad…” Hemos de reconocer que sin diálogo verdadero estaremos limitados, siendo necesario entender que el diálogo no es una discusión ni un debate de ideas, sino una búsqueda de la verdad entre dos ó más personas.

Cuando dialogamos ejercitamos las virtudes de la humildad, cuando reconocemos que no somos dueños de la verdad absoluta, la generosidad , al pensar bien del otro que busca honestamente la verdad, la paciencia para saber escuchar sin interrumpir y saber esperar a escuchar la verdad del otro, aceptando la crítica incluso…

Dialogar es aceptar la necesidad que tenemos de complementarnos, porque damos y recibimos y entendemos que lo que yo puedo ver los otros no ven y ellos pueden ver lo que yo no veo.


Muchos mal entendidos no fueran tan prolongados con el esposo, enamorado, compañero de trabajo, familiar, amigo si buscáramos siempre ante cualquier incomprensión un espacio de diálogo, cuando aparezca la tensión , la duda y nos vayamos encerrando en nosotros mismos , en nuestros temores y miedos el diálogo será esa agua cristalina que fluye y purifica nuestras relaciones.