Lic. Luis Enrique Pérez
Profesor Adscrito al Departamento de Ciencias Teológicas
Es sabido por todos nosotros que Su Santidad Benedicto XVI ha estado del 15 al 20 de abril en Estados Unidos; visita que no sólo ha sido un “signo de esperanza” para los católicos que viven su fe sino porque había la expectativa de muchos norteamericanos de escuchar al Vicario de Cristo respecto a los problemas y temas actuales.
Ciertamente el mensaje a la Universidad Católica de América (del 17 abril), ha sido de particular importancia, también para nosotros. Aquí quiero citar algunas palabras del Romano Pontífice.
“La identidad católica no depende de estadísticas. Tampoco se la puede equiparar simplemente con la ortodoxia del contenido de los cursos”. Es innegable que nuestra universidad ha crecido en número de estudiantes y en Escuelas Profesionales, aspecto que nos enorgullece y anima a dar lo mejor de nosotros por el bien de nuestros estudiantes. Pero ¿qué será lo mejor de nosotros que signifique también identificación con nuestra alma mater? La respuesta que nos ofrece su Santidad se resume en lo bien que puede ser un programa dinamizador: “La dinámica entre encuentro personal, conocimiento y testimonio cristiano”. Es claro el llamado que Benedicto XVI, nos hace a todos: profesores, administrativos y personal en general, porque todos estamos involucrados en el quehacer universitario, somos el rostro humano y cristiano de nuestra universidad.
El encuentro personal con Cristo –cabeza y fundamento de la Iglesia– es el fundamento principal de toda universidad católica. Siendo así que nuestra labor universitaria encuentra el frescor cotidiano y alegre luego del encuentro con Jesús Eucaristía. Este aspecto de nuestra jornada laboral es importante puesto que para un cristiano convencido toda acción empieza y culmina en Él como toda acción de la Iglesia inicia y culmina en el Altar del Señor. Participar de la Eucaristía como “comunidad eclesial” dentro de nuestra casa de estudios es expresión auténtica de que no solo laboramos sino que nos identificamos con su misma esencia: ser católica y es el “testimonio público de Cristo” que “modela cualquier aspecto de la vida institucional, tanto dentro como fuera de las aulas”. ¿Cómo podrán nuestros jóvenes estudiantes motivarse a un encuentro con Cristo si no ven en los profesores católicos íntimos amigos de Jesús Eucaristía? Porque “promover la intimidad personal con Jesucristo y el testimonio comunitario… es indispensable en las instituciones formativas católicas”.
Además, como bien lo expresa su Santidad, “la competencia y el testimonio” tienen también una enorme importancia. Es interesante resaltar la unidad de estos dos aspectos: la competencia asegura el paso en la búsqueda acertada de la Verdad. El testimonio –cristiano– manifiesta que la Verdad es Cristo. Ser competentes en lo que hacemos es nuestro máximo anhelo y responsabilidad. Sin embargo, esto sin el testimonio de vida cristiana, compromete la identificación con lo que somos y debemos ser, dificulta “suscitar entre los jóvenes el deseo de un acto de fe, animándolos a comprometerse con la vida eclesial que nace de este acto de fe”.
Finalmente, nos exhorta con estas palabras: “Alimenten su testimonio con la oración. Den razón de la esperanza que caracteriza sus vidas (Cfr. 1 Pe 3,15), viviendo la verdad que proponen a sus estudiantes. Ayúdenles a conocer y a amar a Aquel que han encontrado, cuya verdad y bondad ustedes han experimentado con alegría”.
Por lo tanto, realizar este programa dinamizador y ¡todos los días! es una cuestión de convicción. Buenas cátedras impresionan, y un trabajo bien hecho es loable. El testimonio de vida cristiana es un llamado, cuestiona y arrastra a otros.