Por: Mirtha Flor Cervera Vallejos
Subdirectora Departamento de Ciencias de la salud.
La gran preocupación de todo buen docente es el estudiante y sus necesidades, traducidas en enseñarle a saber pensar, investigar y elaborar, para ello, el profesor tiene necesariamente que ser erudito de la ciencia que explica, poseer coherencia de vida, docto en contenidos teóricos y metodológicos, llegando incluso a la capacidad de diseñar su disciplina como un proceso de enseñanza-aprendizaje que potencie el desarrollo integral del futuro profesional, que se enfrentará a la vida en un mercado que reclama renovación permanente.
Esta renovación permanente, resulta de cumplir la misión asumida al participar de la vida universitaria : investigar y formar , misión caracterizada por poseer intencionalidad actual, resultando renovable, encantadora como apasionante, y no permitiendo tener tiempo para aburrirse, ni mucho menos, para quejarse ante las posibles dificultades, pues la exquisita tarea de ser autor del propio conocimiento por la investigación y la ardua tarea de formar personas, hace que tengamos siempre cosas nuevas que decir, apuntalando la docencia con producción propia, conscientes de los sucesos que transcurren en la sociedad natal y global.
Una de las dificultades que el docente universitario afronta “es la masificación de una cultura que llevan a dudar del valor de la persona humana, del significado mismo de la verdad y del bien; en definitiva, de la bondad de la vida”[1]. Esto no permite o hace difícil transmitir certezas y valores, y resta credibilidad a las metas que se pueden proponer para la vida futura. En este sentido, el profesor tiene que poner en práctica su poder de encantar al estudiante en tres niveles sin desánimos, si, con decisión firme, como lo aconseja su santidad Benedicto XVI : “primero, cercanía y confianza”, todo verdadero educador sabe que para educar debe dar algo de sí mismo y que solamente así puede ayudar a sus alumnos a superar los egoísmos y capacitarlos para un amor auténtico; segundo, “no dejar de lado la gran pregunta sobre la verdad, que conduce al amor; y el amor implica la capacidad de sufrir juntos”; tercero, lo más delicado, “la relación entre libertad y disciplina”; y eso se educa al no secundar los errores, ni fingir que no los vemos, o peor todavía compartirlos, como si fueran la vanguardia del progreso.[2]
Estos tres aspectos, permitirán al docente ponerse metas muy altas, con una gran paciencia que genera tenacidad.[3] ; en la atención por llegar a impregnar en cada uno de sus estudiantes, la integridad, por medio de su buen saber, hacer y bien vivir. Por su parte, los estudiantes estarán encantados con su profesor, por la autoridad que vierte fruto de su experiencia, competencia y coherencia de vida, les ilusionará tomar iniciativas, querer ser mejores, salir del error pronto, empezar una nueva vida, conquistar logros a base de estudio, determinarse por leer y visitar la biblioteca conducentes a tener dudas, hacer preguntas, saber decir no, cuando tienen que decirlo , de esta manera, el universitario como afirma Ponz será una “persona que es capaz de conversar sobre una amplia gama de temas de interés humano y de plantearse interrogantes profundos porque tiene el hábito de considerar con hondura la realidad”.[4]
Que la celebración del día del docente universitario sea un espacio de reflexión para cada uno de los profesores de la USAT , somos testigos de la verdad y el bien , pero también somos frágiles y podemos tener fallos pero no por eso, nuestra credibilidad puede quedar comprometida, lo importante - lo he dichos miles de veces a quienes están a mi lado - es recomenzar siempre de nuevo la tarea, concientes de nuestra fascinante misión : investigar y formar personas para que sean excelentes profesionales, encantados con el poder transformador de su profesor en hacerlos crecer un poco cada día
Finalmente, como lo expresa su santidad Benedicto XVI para ser maestros, cristianos, en cuanto testigos, debemos dar razón de la esperanza que alimenta nuestra vida, viviendo la verdad que proponemos a nuestros estudiantes, en referencia a Cristo. De modo que puedan decir como lo dijo San Agustín: "Tanto nosotros, que hablamos, como vosotros, que escucháis, somos discípulos y seguidores de un solo Maestro".
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[1]Ramiro Pellitero. “Testigos y maestros”. Roma.2009
[2]Benedicto XVI.” Fe razón y universidad. Roma 2006.
[3]Leonardo Polo. “Ética. México”.2000.[4]Francisco Ponz. “Deontología del universitario .Pamplona 2006